Por un momento pensó que moría,
mientras le estrujaban su cuello, los golpes no los sentía, solo escuchaba a lo
lejos su cuerpo que crujía y jadeaba, todo era lento, sus ojos veían los
rostros de sus victimarios, escuchaba los insultos hasta que por un momento
solo un silbido estruendoso lo hizo apagar toda su visión… por instantes pudo
sentir que flotaba, luego solo una luz que lo despertó, no recordaba
absolutamente nada.
Despertó sin nombre, con el
rostro hinchado, con sus ojos ennegrecidos por las hemorragias, cada hueso de
su cuerpo le dolía, su lengua había perdido un pedazo y sentía el hormigueo de
la parte faltante. Habían pasado 3 meses desde que lo habían inducido a coma,
su cerebro había estado inflamado con peligro a que colapsara, esa mañana al
fin pudo estar despierto casi todo el día.
-¿Cómo se siente?
-Mareado doctor…
Su habla era lenta y entre
cortada, probablemente toda su vida le costaría poder conectar las palabras,
dando esa sensación de lentitud y de incoherencia. El dolor de cabeza persistente
y cansón, sus ojos los sentía como descolocados en sus cuencas.
La enfermera estaba cambiando agujas
y catéteres, lo hacía con delicadeza, lo miraba con una cierta tristeza,
lastima y pena, nunca decía nada, de sus labios nunca salía una palabra, pero
su sonrisa lo decía todo, su olor era suave y femenino… muchas noches ese olor
lo sacó de esos infiernos en los que los recuerdos mesclados con pesadilla lo
llevaban.
-Todavía no está listo para poder
decir nada, déjelo por favor que se recupere.
-Es importante saber quiénes
fueron, los que hicieron esto.
-Yo me comprometo a informarles
cuando él pueda ya recibirlos.
Pudo distinguir la voz del
doctor, pero esa tarde estaba tan narcotizado que no podía abrir sus ojos, asumió
que podría ser la policía, el necesitaba respuestas, deseaba saber por qué lo habían
torturado así.
Pasaron semanas hasta que por fin
ya pasaba más tiempo consiente, los golpes en la cabeza habían dejado coágulos
en el cerebro, algunos habían dañado la corteza cerebral y por eso hasta los
colores habían cambiado para él. Sus manos tenían un temblor que no podía controlar,
la medicina probablemente aminorar esos temblores, pero era imposible quitarlos
del todo.
Esa tarde llegó el investigador
acompañado del médico, que lo había atendido todo este tiempo, los hombres se
acercaron y lo saludaron.
-Buenas tardes, deseo presentarle
al Sr. Marlon Gutiérrez es investigador de la policía.
-Buenas tardes…
Lo digo con formas bruscas el
hombre bajito, de ojos saltones, nariz gruesa, pelo seco y sin vida como de
alambre, con canas y marcas en sus labios por el abuso del cigarrillo, su olor
corporal impregnado de sudor y tabaco, hombre achaparrado de gruesos hombros…
su apariencia era horrible, como un perro viejo pero bravo.
-Buenas tardess.
Eso le pasaba muy seguido, las
sssss se mantenían en su boca más del tiempo que el deseaba, el hombre horrendo
era de pocas sonrisas, de modos bruscos y poco educados.
-¿Se recuerda como se llama?
-Noo
Lo contesto, pero siempre las últimas
palabras las arrastraba, sentía sus ojos resecos y a cada momento necesitaba
humedecerlos de tal forma que su parpadeo se hacía constante por momentos.
-Bien no hay problema, necesito
que ponga sus huellas en este formulario para poder buscarlo, saber quién es
usted.
Por un momento su cabeza daba
vueltas, sabía que estaba indefenso al no saber nada sobre su pasado, no
recordaba nada realmente, su vida se había detenido en ese evento que pasaba
cada instante en su mente, mezclado con voces horribles, gritos y mucha sangre,
no era posible que toda esa sangre fuera de él.
El policía deslizó ante el un
sobre de manila, dentro habían unos documentos, a pesar que no recordaba nada
pero podía leer, entender muchas cosas, eso quería decir que todo lo que había aprendido
antes de ese evento había sido bastante, había un sello que decía confidencial,
se deslizó fuera una foto, era el con una chamarra de cuero, pereciera que era
cuando era joven, por un momento pensó que había sido rockero o algo parecido,
pero inmediatamente debajo estaba una foto de una bella mujer, con unos ojos
intensos, cara fina y pelo lacio, de talle delgado parecía sonreír. En ese
momento el hombre sacó una ficha en la que le habían tomado fotos de frente y
de perfil sosteniendo un cartel, entonces supo que había estado en prisión,
estaban sus huellas, un nombre “Napoleón Rodriguez Mena”, alias “Napo”, “El
Descuartizador”, “Pesadilla Mena”, “Sin Piedad Rodriguez”… acusado de
asesinato, de ser parte de una estructura de matones de los traficantes. No era
un buen tipo, esos moretes que no se desvanecían comenzaron a parecer líneas y
luego figuras, dioses mayas, mujeres desnudas, gárgolas, calaveras y un dragón.
-¿No te acuerdas de nada aún?
-No realmenteeee
Sus palabras sonaron huecas,
duras y mal pronunciadas, el policía no se inmuto en lo absoluto, siguió
mostrando fotos de cadáveres, gente partida por la mitad, pilas de restos
humanos y el con un hacha descuartizando el cuerpo de una mujer, le parecía algo
horroroso, asqueroso, inhumano… diabólico quizás. Tanto así que el medico se levantó
y se marchó pálido como un papel.
-¿No te recuerdas de todas estas
cosas?
-No
Lo dijo seco y fuerte, porque
sinceramente esas imágenes no significaban nada para él, tanta sangre, tantas
tripas, era una visión horrorosa que no quería ni pensar que él había participado
en todo esto, pero las fotos estaban en una mesa frente a sus ojos.
Se tomó con sus dos manos la
cara, deseaba descarnarse el rostro, suicidarse en ese momento, no quería seguir
vivo ni un segundo más, estaba asqueado, sentía nauseas, por poco las arcadas
lo hacen vomitar en ese lugar.
El policía lo vio con una sonrisa
en sus labios le dijo:
-Hoy que estamos solos y ya
recuerdas, los jefes dicen que te encargues de la mujer de la fotografía,
puedes hacer con ella lo que desees, pero tiene que morir antes de que termine
esta semana.